miércoles, 5 de diciembre de 2012

Prevenir el deterioro cognitivo

Bienestar Activo
Nuestra sociedad es consciente de la importancia de hacer ejercicio físico y seguir una buena alimentación para mantener un estilo de vida saludable, pero con frecuencia olvidamos la importancia de mantener “sana” nuestra mente. A pesar de la clásica “mens sana in corpore sano” se ha prestado más atención al cuerpo que a la mente.
Nuestra mente aúna cognición y emoción, ambas van de la mano, y ambas son necesarias para mantener nuestra salud y nuestro bienestar. Las funciones cognitivas nos permiten adaptarnos y responder a nuestro entorno, e incluye funciones básicas como la atención o complejas como el razonamiento. Las emociones son necesarias para la supervivencia, influyen en nuestra manera de interpretar el mundo, nos permiten comunicarnos , comprender a otras personas y nos aportan valiosa información sobre nosotros mismos.
Al igual que sabemos que la falta de ejercicio lleva a la pérdida de masa muscular, de fuerza física y de ánimo, exactamente igual sucede con el cerebro, si no se ejercita pierde neuronas y conexiones, pierde capacidades y flexibilidad para reaccionar a su entorno. En el caso de las emociones, descuidar nuestra salud emocional nos puede llevar a sufrir depresión, ansiedad, estrés crónico etc.. Numerosos estudios, además demuestran la relación entre las emociones y nuestros sistema inmunológico.
La actividad mental, el ejercicio físico, una dieta equilibrada, hábitos de sueño adecuados y una activa vida social son, a día de hoy, los factores de protección que conocemos para prevenir el deterioro cognitivo leve, que es un punto intermedio entre los cambios cognitivos propios del envejecimiento normal y los cambios más serios causados por alguna demencia. En actividad mental incluimos el fortalecimiento de las funciones cognitivas y la educación emocional.
Un estudio desarrollado en Francia y Londres en el que participaron más de 7.000 trabajadores/as durante 10 años, dirigido por Archana Singh-Manoux, del Centro para la Investigación en Epidemiología y Salud Poblacional de Francia y de University College de Londres, indica que determinadas funciones cognitivas pueden comenzar a deteriorarse a partir de los 45 años. Si bien la variabilidad en población general es muy amplia, sí hay acuerdo en los estudios que demuestran que numerosas enfermedades crónicas están relacionadas con un mayor riesgo de deterioro cognitivo.
Detectar el deterioro cognitivo de forma temprana contribuye a diferenciar casos en los que puede ser reversible de aquellos que no lo es, en los cuales podemos intervenir precozmente y ralentizar su deterioro. Para las familias, conocer esta situación les permite recibir por parte de profesionales información, orientación, apoyo y pautas adecuadas además de poder planificar el futuro junto a la persona.
Aunque no hay consenso en el porcentaje, al menos un 15 % de casos de deterioro cognitivo derivan en demencia. Las investigaciones indican que los daños cerebrales del Alzheimer, comienzan mucho antes de los primeros síntomas, y aunque las investigaciones cada vez avanzan más en el conocimiento de la enfermedad, por el momento lo único que podemos hacer para retrasar sus síntomas es mantener un adecuado estilo de vida incluyendo actividad mental y bienestar emocional.

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