A los pies de una cuesta, el pueblo de Santa Eulalia de
Manzaneda se levanta, a una altitud de entre 160 y 180 metros, entre el
reguero el Castro (oeste) y el arroyo de Fuentesanta o El Molinucu
(este), que unen sus aguas en el centro del pueblo. Justo en ese preciso
lugar existe un molino harinero de piedra, recientemente rehabilitado
por el Ayuntamiento, que antaño aprovechaba las aguas de los dos
regueros; y a su vera, el lavadero original de 1.956. Ambas
construcciones «hacen más bonito», el caserío, pero no son los únicos
puntos a favor que destacan los apenas 50 vecinos de esta localidad.
Nieves González vive en Santa Eulalia desde hace 34 años.
Asegura que «el pueblo no ha cambiado demasiado». Excepto unos pocos,
los que hay ahora son los que había entonces, y la agricultura a la que
se dedicaban en aquellos años sigue conservándose en cierta manera, en
los huertos que todavía hoy cultivan en cada casa. Todo ello, bajo «la
gran calma e independencia de la que podemos gozar en un pueblo» y con
el añadido de que «en menos de 10 minutos estamos en plaza Castilla, en
pleno centro de Oviedo». La línea de transporte urbano y el apeadero de
Renfe hacen más fácil el acceso a la ciudad.
Contras, «como en todos los sitios, también las hay». Los
vecinos echan de menos una tienda o algún bar, algo de lo que carecen
desde hace 8 años. Para tomar algo lo que más cerca tienen es el
polígono de Olloniego. Para Nieves González el área industrial «hizo que
el pueblo perdiera parte de su belleza», pero, sin embargo, tiene
también su lado bueno «porque ya no parece que vivamos en el fin del
mundo».
El caserío, en el que el investigador José Manuel González
catalogó un castro, conserva bastantes casas de tipología tradicional,
así como numerosos hórreos y paneras. Destaca también la iglesia
parroquial, dedicada a Santa Eulalia de Manzaneda, con cabecera cuadrada
y dos capillas laterales.
Los vecinos apuran el bingo al que dedican muchas tardes en
el centro social. Después volverán a sus casas, a su día a día, con el
que dicen «estar encantados».
«Hay mucha calma». El Comercio elcomercio.es/v/20130401/ovi… vía @elcomerciodigit
— Vecinos de Veguín (@Vecinosdeveguin) 1 de abril de 2013
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