POR IDOYA REY
Una mañana cualquiera en el pueblo de Naves se escuchan
las detonaciones de una cantera que se ve a lo lejos. La tranquilidad
del paraje permite diferenciar perfectamente el goteo de explosiones. No
se ve a casi nadie paseando por las caleyas y los pocos que se asoman
esquivan la conversación. «Es que esto ha cambiado muchísimo, aquí solo
quedamos cuatro», confiesa Aurora Rodríguez que nació allí y allí se
quedará. «Yo esto no lo cambio por nada», dice.
A Aurora no le importa que no haya autobus, que para ir
al médico tenga desplazarse hasta el barrio de Otero, que no haya chigre
o que no pueda utilizar su teléfono móvil, con la cobertura a cero en
el pueblo. Ella es feliz con su huerta sus «cuatro pites» y con la
compañía de su nieta Nora. «La verdad es que con la pequeña estoy muy
entretenida. Si no fuera por ella no se que sería de mí».
La parroquia de Naves está situada a 7,8 kilómetros de la
ciudad, y como en el caso de esta mujer, sus vecinos han vivido la
mayor parte del tiempo de la ganadería y la agricultura. «Pero ahora no
queda nada», insiste. Hasta el edificio de la antigua escuela del pueblo
se ha vendido y hace las veces de vivienda para una familia «que vino
de Barcelona».
Esta parroquia, junto a las de Agüeria, Box, Santianes y
Olloniego, constituían el concejo de obispalía de Tudela, que se
incorporó al de Oviedo el 29 de septiembre de 1857, por real orden de
Isabel II. Pero antes, al menos una parte de Naves fue un coto que
Enrique II otorgó en 1363.
Desde el sosegado pueblo se observa el alto de La
Grandota, a pocos metros del núcleo rural. Allí había, según cuenta
Aurora, «una mina de carbón, la de la Grandota. Ahora tenemos unas
antenas muy grandes pero para radio, que aquí no tenemos ni teléfono
móvil», incide. Es el punto más alto del concejo y durante la guerra
civil española fue uno de los escenarios principales. Allí, en La
Grandota, se atrincheraron los soldados del bando republicano que
encontraron en el alto un lugar adecuado para bombardear Oviedo.
Puede que con el paso de los años, Naves se haya
convertido casi en una ciudad dormitorio, un lugar donde ir los fines de
semana. Sin embargo, hay un día al año en el que se llena de gente como
pocas aldeas del concejo.
«Se celebran las fiestas de El Carmen. Se hacen de toda
la vida y vienen muchísimas personas. Ese día el pueblo vuelve a
llenarse». Los organizadores instalan una gran carpa y preparan un arroz
gigante para decenas de comensales. Hay ese día una misa en la
iglesia, ubicada en lo alto de una colina, allí dominando el valle del
río Nalón. El templo religioso comenzó a construirse en el siglo XVIII y
tiene planta de cruz latina, compuesto por una nave y una capilla a un
lado. Es una estructura similar a la de muchos otros templos de la zona
rural asturiana.
http://www.elcomercio.es/v/20120611/oviedo/quedan-cuatro-vecinos-20120611.html
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